La reunión del próximo día 17 de enero entre los cuatros grandes sindicatos vascos y CONFEBASK certificará, con toda probabilidad, un acuerdo en materia de estructura de negociación colectiva en Euskadi. Sin embargo de esa situación se están extrayendo hipótesis a futuro demasiado optimistas y no demasiado fundamentadas en mi opinión.
Se apunta a que este acuerdo debe provocar un deshielo en las relaciones laborales en Euskadi que permitan recuperar los convenios colectivos de la Comunidad Autónoma a través de su negociación y acuerdo. Desgraciadamente, no hay ningún dato ni perspectiva de que esta previsión sea realista. No se trata de echar un jarro de agua fría sobre nada. Se trata de contextualizar correctamente las cosas para evitar que un exceso de expectativas convierta lo que es ciertamente un hito en las relaciones patronal-sindicatos en Euskadi (la negociación y el posible acuerdo del día 17) en una frustración en el medio o incluso corto plazo.
El acuerdo sobre estructura de la negociación colectiva que puede lograrse es importante si lo vemos en el contexto en el que se produce. Apenas hace unos meses y con la participación del Gobierno Vasco, CCOO, UGT y Confebask llegábamos a un acuerdo que entre otros aspectos recogía un compromiso similar al que actualmente negociamos. No tenía validez de aplicación porque para eso se requería que fuese suscrito por más del 50% de la representación sindical y empresarial, y es obvio que no fue así porque una parte sindical se había auto-excluido de la mesa.
El acuerdo provocaba una reacción en LAB y fundamentalmente en ELA sin precedentes, y se traducía en una campaña que afectaba (o pretendía) a las propias elecciones políticas, irrumpiendo con una manifestación ante el Gobierno de Lakua y manteniendo reuniones con el PNV en plena campaña electoral y a escasas horas de las elecciones autonómicas.
Pero es que no mucho tiempo atrás el propio sindicalismo nacionalista acusaba a la patronal CONFEBASK de “patronal golpista y anti-democrática”, de querer ilegalizarles y cuestionaba su legitimidad de forma verbal y en las propias mesas de negociación de los convenios y acuerdos colectivos.
Pues es evidente que en ese contexto, el hecho de que “de repente” todas las organizaciones estemos en la misma mesa y con perspectivas razonables de suscribir un acuerdo, es relevante y positivo. El acuerdo del 22 de julio al que me he referido anteriormente ha sido un detonante, así como las consecuencias de la pérdida de ámbitos de la negociación colectiva sectorial vasca, producto del abandono que de la misma se ha hecho desde hace muchos años por parte de algunos.
Pero la cuestión de fondo es ¿se van a recuperar los convenios sectoriales en el ámbito de los territorios de Euskadi? ¿Puede ser este acuerdo el punto de inflexión previo a una recuperación de tales convenios? Pues deseando fervientemente equivocarme, tengo que decir que creo que no.
Las relaciones patronales-sindicatos e inter-sindicales en Euskadi arrastran problemas de mucho calado desde hace muchos años. El bloqueo generalizado de la negociación colectiva es una de las consecuencias más graves de esas relaciones anómalas.
Y hay que decirlo claro. Es verdad que la reforma laboral del 2012 agrava las consecuencias del bloqueo, de la no-firma, de los convenios colectivos. Es cierto que la reforma laboral hace más complejas las negociaciones pues las desequilibra al dar más poder a la parte empresarial. Pero la reforma laboral por sí sola no explica el bloqueo de la negociación colectiva en Euskadi. Esto no es una opinión. Son datos. El bloqueo de la negociación colectiva en Euskadi es previo a la reforma laboral.
Porque de fondo subyace un modelo de negociación colectiva que defiende ELA y un ventajismo por la situación que explota la patronal. El modelo de ELA es conocido; no se apuesta por un modelo de alta cobertura de convenio colectivo (porcentaje de trabajadores afectados por convenio), sino por una cobertura baja que se genera allí donde es sindicalmente rentable. Una especie de sustitución del convenio como un bien público (de aplicación general en sectores y/o empresas) por un bien privado (aplicación restringida dónde y cuándo interesa a “la organización”). Y esto, que es así de siempre no parece que vaya a dejar de ser así ahora…
El ventajismo patronal también es evidente. El bloqueo de los convenios supone disponer a gusto del empresario de turno de la mejora o no de condiciones laborales. Y es un escenario propicio para la desregulación de las relaciones laborales en el marco de las empresas, básicamente en las que no haya contrapoder sindical. Es verdad que esta posición de las patronales asociadas a CONFEBASK está deteriorando su posición como representantes de los empresarios y empresarias, hasta el punto que cada vez proliferan más otras patronales que se la cuestionan. Pero también es verdad que de momento están cómodos en ese escenario, hasta el punto de negarse a introducir cualquier compromiso siquiera declarativo de abordar la negociación de los convenios atrasados, en una posición cerril dicho sea de paso.
Por último añadir que si alguien piensa que otros escenarios de mayoría sindical contando con CCOO, UGT y LAB puedan facilitar una negociación real sobre los convenios pendientes de renovar, tampoco parece una opción muy probable aunque se pueda dar en algunas ocasiones (la última el convenio de Bizkaia de Comercio Alimentación). Es más probable que estemos cerca de una reedición de algo similar a una unidad de acción ELA-LAB con más componente política que otra cosa, como se atisba de unos meses a esta parte.
Por tanto no parece que el acuerdo que se puede lograr la semana pasada sea el preludio de un cambio de calado en el panorama sociolaboral vasco. En todo caso, no será por voluntad y propuesta de CCOO como iremos haciendo patente.