Unai Sordo

Secretario General de CCOO

Reaccionar ante un acuerdo que no sirve y que no se va a cumplir

En la mañana de ayer 28 de julio, la web de la Comisión Europea aún no reflejaba nada sobre el acuerdo suscrito con los Estados Unidos. Ningún texto escrito ha sido publicado por los medios. La única información es la oral proporcionada por Trump y Von der Leyen, con sus respectivas delegaciones. Esta deslavazada presentación se ha hecho en una posesión privada de Donald Trump en Escocia, mientras participaba en la competición que inauguraba su campo de golf. Pocas metáforas más elocuentes de la voluntad expresa de humillación a Europa por parte del más poderoso representante del vandalismo político que amenaza al mundo. El acuerdo es una derrota política de la UE de consecuencias muy negativas para el futuro en varios ámbitos. El titular de Financial Times lo refleja perfectamente: “La capitulación de la UE ante Donald Trump”.

La actuación de la UE desde el 10 de abril, el Liberation Day, ha sido una sucesión de debilidades acumuladas que restaron cualquier credibilidad a las vacilantes advertencias de que podría responder con contramedidas. Ha renunciado al poder que le daba ser el mayor exportador mundial a los EEUU que nos compra, no lo olvidemos, casi el 20% de sus importaciones de bienes.

Las principales debilidades de la posición de la Unión Europea han sido, al menos, las siguientes: iniciar las negociaciones con los nuevos aranceles por parte de los EEUU ya en vigor (10% general, 25% al automóvil y 50% al aluminio y al acero) sin ninguna contramedida por parte de la UE.

Anunciar un primer paquete de medidas de represalia de 26.000 millones de euros, reducirlas a 21.000 tras las primeras amenazas de Trump, y no aplicarlas como gesto de buena voluntad negociadora.

Ceder ante las exigencias de Trump en la cumbre de la OTAN de La Haya, para aceptar un disparatado aumento del gasto militar hasta el 5% del PIB, cuyo destino principal se ha visto corroborado ayer en Glasgow: comprar armamento a los EEUU.

Bendecir, en la Cumbre del G7 de Canadá, la destrucción del acuerdo sobre tributación mínima del 15% de las empresas multinacionales, trabajosamente construido durante más de una década y firmado desde 2021 por 137 países.

Aceptar, de cara a los próximos presupuestos de la UE, la retirada del impuesto a las plataformas digitales de las grandes empresas tecnológicas de los EEUU, que iba a ser uno de los nuevos recursos propios del presupuesto. La Comisión ha propuesto que se sustituya por un impuesto a las grandes empresas europeas, para reforzar de este modo el dumping fiscal a favor de las grandes empresas norteamericanas. Actuar así frente a un adversario que se comporta como un matón sólo hay un posible desenlace: la derrota.

En el ámbito internacional, las consecuencias de la capitulación de la UE ante Trump van más allá del terreno económico y comercial, y se suman a la debacle política y moral de la UE ante Israel y los EEUU frente al genocidio de Gaza. La extrema derecha que aplica la ley del más fuerte y vulnera las leyes internacionales y los derechos humanos impone su ley en el mundo.

La Comisión Europea ha optado por evitar una escalada arancelaria que afectase a un incremento general de precios (el incremento de los aranceles afectará a los precios que pagan los norteamericanos), reducir el riesgo de inducir una recesión global, y mantener un mayor margen en la política del BCE para la disputa ante la devaluación del dólar.

Es difícil que este compromiso se haya adquirido sin la aquiescencia de las principales industrias exportadoras europeas hacia EEUU, particularmente la automovilística. Pero, si tenemos en cuenta que el dólar se ha devaluado un 17% (la tendencia es llegar al 20%), podemos decir que los bienes de la UE, exportados a los EEUU, serán un 30% más caros con tendencia a seguir subiendo. El riesgo es evidente.

Para limitar el alcance de una guerra comercial y su efecto en la economía europea, la Comisión se ha infringido una severa derrota política de consecuencias imprevisibles. Cuando al otro lado de la mesa hay un personaje como Trump, el olfateo de la debilidad se puede pagar caro, y es probable que no estemos asistiendo ni mucho menos al escenario final de esta ofensiva neocolonial.

Hay que reaccionar con crítica severa y propuestas de reagrupamiento sindical, social y político en torno a la idea de “más Europa” para defender los valores democráticos y las conquistas sociales. Los corifeos de Trump en Europa apenas pueden disimular su satisfacción y pretenderán por un lado impugnar el propio proyecto de la UE, apelando a su debilidad institucional por el sometimiento a una potencia extranjera, y ser a la vez el bastión de esa potencia contra los intereses de las personas trabajadoras, agricultores o empresas.

El sindicalismo europeo no puede permanecer impasible ante esta preocupante situación. La UE necesita reforzarse como actor político en la defensa de un modelo social cuestionado desde fuera y desde dentro por las extremas derechas de las que Trump es su más avezado estandarte.

Necesitamos fortalecer nuestra soberanía energética e industrial mediante el despliegue de un modelo con más peso de aquellas fuentes de energía donde podemos tener un suministro autónomo. Nos referimos obviamente a las renovables, donde España puede convertirse en una potencia que atraiga inversión productiva.

En este terreno tan estratégico hay que evitar que el compromiso adquirido arrumbe con la transición energética clave en el proceso de industrialización europeo, y no digamos español. El compromiso de comprar 750.000 millones de dólares de productos energéticos de los EEUU significaría comprar petróleo y gas más caros, con impacto en la inflación de la UE, y plantea un problema político serio: ¿Quién realiza las compras? ¿Obligará la Comisión a cada Estado a comprar un cupo? ¿Con qué competencias y con qué instrumentos podría hacerlo? ¿Lo comprará la Comisión y obligará luego a cada Estado a comprar su parte? ¿Con qué competencias y recursos podría comprarlo la Comisión? No, la Comisión Europea no tiene competencias para comprometerse a decir qué compran o en qué invierten los Estados miembros o sus empresas, diga lo que diga el acuerdo suscrito (si es que dice algo). Este tipo de compromisos no existen en ningún tratado comercial vigente en el mundo, como el compromiso de incrementar el 5% del PIB de cada Estado en gasto en armamento es pura farfolla, inexigible ante nada ni nadie. Basta ya de asumir la retórica del macarra de la clase.

Los acuerdos arancelarios suponen una impugnación al modelo de integración económica de las últimas décadas (modelo muy criticable en muchos de sus aspectos sociales, por otro lado). El proceso de desglobalización va a ralentizar los intercambios del comercio mundial, y está por ver la respuesta china a la ofensiva de Trump.

En este contexto, la demanda interna de las distintas áreas del mundo va a cobrar todavía una mayor importancia en los próximos tiempos. Es fundamental en España y en Europa pugnar por un incremento de los salarios y la renta disponible de los hogares. Esto será inviable si se deterioran los servicios públicos, lo que supondrá que más renta de las familias tenga que dedicarse a proveerse de esos servicios convertidos en servicios de mercado.

Mejorar los servicios públicos no será posible con políticas de reducción en la contribución fiscal, con los rácanos e insuficientes presupuestos comunitarios, y -mucho menos- con el disparatado incremento de los gastos militares, más si estos se dan a impulsos de las necesidades corporativas de las empresas norteamericanas.

Hemos oído hablar mucho del cambio de paradigma en el mundo tras los últimos acontecimientos geopolíticos. Empezamos a ver la crudeza de sus consecuencias. Pero no es tiempo de someterse, de meter la cabeza bajo el ala, sino de rehacer una propuesta social, económica y política en defensa de la democracia, la igualdad y los derechos humanos. Este acuerdo no es viable, este acuerdo no se va a cumplir. Pongámonos a ello.

Unai Sordo

Secretario General de CCOO