¿Alguien se imagina la cara de incredulidad en las instituciones europeas si, tras la batalla política por el fondo de reconstrucción europeo, uno de los principales países potencialmente beneficiados por él -España- fuera incapaz de tener unos Presupuestos Generales del Estado actualizados?
Sería un curioso ejercicio de ficción política que los líderes de cada uno de los partidos españoles tuviera que explicar haciendo una ronda por la Comisión, el Consejo, o el Eurogrupo, las razones de tamaño desatino: los vetos cruzados, los comunistas, los batasunos, las políticas peronistas -que por cierto hacen todos los países de Europa y han sido en general ampliamente avaladas en el Congreso de los Diputados/as-, y el sursum corda…
Si la literalidad del programa de gobierno ha envejecido, no digamos el de la oposición.
España vive una situación inédita y de emergencia. La caída de nuestra economía no tiene precedentes en tiempos de paz. Pese a alguna estimación que prevé un efecto rebote que parece un tanto optimista, las perspectivas en el medio plazo no son buenas y sobre todo son muy inciertas. Porque -da cierto pudor tener que escribirlo- la evolución económica pende de una variable endiablada como es la afectación en la economía de una pandemia como no hemos conocido en un siglo. El PIB ha caído con estrépito en España, pero también en Reino Unido, en los países más próximos, en la Unión Europea, en EE.UU., en la OCDE. No hay precedentes.
Por tanto, los parámetros económicos y políticos de hace seis meses han decaído, son obsoletos. No sirven. El programa político con el que debiera regirse esta legislatura no puede ser una ley bíblica cuando el mundo ha cambiado de arriba abajo desde marzo al día de hoy. Si la literalidad del programa de gobierno ha envejecido, no digamos el de la oposición. El ideal liberal-conservador patrio sobre impuestos, servicios públicos o intervención del poder público en la economía, hoy en día es un dogma para sectarios muy cafeteros.
Un proyecto que, como toda la vida desde que el mundo es mundo, debe ser de un Gobierno y no de un partido o de un ministerio.
España va a abordar todavía un periodo económico sumamente complicado. Lo va a hacer con una caída enorme de la recaudación fiscal. Y lo va a hacer con un desajuste macroeconómico intenso en términos de déficit público y deuda pública.
Pero también con la necesidad de canalizar transferencias y préstamos europeos por cuantías desconocidas en nuestra historia y la historia de la UE. Y ahí los PGE -y los del resto de Administraciones Públicas- son una vía de concreción determinante para recomponer el país y en la medida de lo posible transformar un modelo económico que recurrentemente muestra la debilidad de sus costuras. Y lo vamos a hacer -no olvidar en contraste al año 2011- con una cierta tranquilidad temporal en condiciones de financiación pública y privada, producto de un acción distinta del BCE tanto en tiempos como en intensidad, que convendría no desperdiciar jugando “a las pistolitas” de un supuesto acortamiento de legislatura.
Por tanto necesitamos unos PGE que aborden de forma muy singular:
- El reforzamiento de nuestro sistema de servicios públicos en materias como la sanidad, la atención a la dependencia y los cuidados, así como la enseñanza y los sistemas de formación en general.
- La protección de las personas, con la garantía de las pensiones, las prestaciones por ERTE, desempleo en general, Ingreso Mínimo Vital, etc.
- Reactivación económica y política de transiciones, donde los parámetros de la digitalización y la transición hacia una economía de bajas emisiones exigen no solo presupuestos, sino una apuesta política de país; que defina estrategias industriales y sectoriales con la participación de agentes sociales, empresas, administraciones, redes de investigación científica y formativa.
Necesitamos un proyecto de Presupuestos en esas coordenadas que coinciden con la orientación de las recomendaciones para España del semestre europeo, con las prioridades de reconstrucción que va a financiar de forma compartida la UE, y que son perfectamente compatibles con la acción ejecutiva de un Gobierno progresista en tiempos de pandemia.
los PGE -y los del resto de Administraciones Públicas- son una vía de concreción determinante para recomponer el país y en la medida de lo posible transformar un modelo económico
Un proyecto que, como toda la vida desde que el mundo es mundo, debe ser de un Gobierno y no de un partido o de un ministerio. Y sobre este proyecto, establecer una negociación abierta que obviamente debiera armarse en torno a la mayoría que sostiene la acción de gobierno pero que no debiera oponerse de mano a abrir el perímetro de apoyos. Aunque solo fuera porque, como ya se ha indicado, las políticas necesarias no aluden solo al gobierno e instituciones centrales sino al conjunto de ellas, con distintas composiciones y correlaciones de fuerzas.
Es enorme el ruido de la inmediatez y la reverberación que raya con lo fanático que se percibe en las redes sociales. Pero creo que el tiempo dará mejores perspectivas sobre quien sepa y quien no sepa leer el momento que atravesamos.