Unai Sordo

Secretario General de CCOO

No volveremos atrás

La violencia contra las mujeres vinculada a su condición de mujeres, es la expresión más descarnada de las desigualdades y las relaciones de poder que se han establecido de forma atávica en las sociedades. En la nuestra, la española, en el marco de un contexto europeo/occidental, la modificación de roles sociales que se han llevado a cabo en unas pocas décadas es tremenda. El papel crucial del feminismo y las políticas igualitarias han acelerado un proceso de liberación que apenas pudieron prever nuestras madres y ni soñar nuestras abuelas.

Todo proceso de liberación, de cuestionamiento de jerarquías, de modificación de roles y patrones sociales conlleva una reacción a la contra en determinados momentos. Más cuando este proceso no es sólo sociológico o cultural (como dicen ahora), sino con profundas implicaciones materiales y de ocupación de espacio público y privado.

El feminismo ha imantado en los últimos años el vínculo de muchísimas mujeres, también jóvenes o muy jóvenes, con el espacio público y con la concienciación de que es también ahí, en el espacio público, donde se dirimen las condiciones de vida y de ejercicio de las libertades para los individuos. 

Hace poco analizando la evolución de las afiliaciones a la seguridad social se apreciaba un dato llamativo. En España las personas que cotizan en los grupos 1, 2, y 3 se han incrementado notablemente en los últimos años. En el grupo 1 han aumentado un 47% pasando de uno a dos millones. Pues bien, las mujeres más que duplican su presencia en esos grupos de cotización. 

Otra estadística llamativa. Según el CIS un cuarto de las mujeres entre 18 y 25 años se declara bisexual. Dos estadísticas que aparentemente no tienen nada que ver, pero que creo que dan cuenta del proceso de autonomización a todos los niveles que las mujeres en nuestro país han recorrido en los últimos años.

La reacción a la que hacía referencia no se ha hecho esperar. Cada vez tengo más claro que uno de los dos principales motores que impulsan a las actuales expresiones de extrema derecha son hombres, en muchos casos jóvenes o muy jóvenes, inadaptados al nuevo papel social que ocupan las mujeres, y por tanto, al nuevo papel social que les queda a ellos (porque lo ven así, en términos de suma cero). Si se me permite una frivolidad caricaturesca, buscan chicas que se dejen invitar (como les cuentan que era antes) y se encuentran con ingenieras que les da igual follar con chicos o chicas. Y claro, se pierden…

Más allá del cliché del joven macho desnortado y gañán (solo una parte de los jóvenes afortunadamente) la ofensiva política contra la libertad y la autonomía de las mujeres, no es ninguna broma. Hay todo un programa político que relaciona las dos grandes conquistas femeninas (la decisión sobre su maternidad, y su progresiva -aunque aun insuficiente- autonomía económica y laboral) con el invierno demográfico, la necesidad de población exterior que lo compense, y la consecuencia en términos  de deterioro de la homogeneidad social: invasión migratoria, reemplazo poblacional. El machismo, la xenofobia, y el racismo, se encuentran en esa cosmovisión. Como los tiranos de la canción, se abrazan como hermanos.

El creciente cuestionamiento del ejercicio del aborto no es ninguna anécdota, ni ningún desliz ayusista. Es parte de una creciente tendencia en las nuevas derechas y sus programas reaccionarios con determinadas políticas natalistas y con un cuestionamiento radical de las políticas igualitaristas, para recuperar viejas jerarquías, las viejas certezas, en una apelación a enclaves de seguridad basados en una lectura opresora de todas esas certezas, aunque expresadas en tonos y mensajes de postmodernidad y libre albedrío. Hay toda una legión de imbéciles en redes sociales dando forma a estas nuevas propuestas de retroceso civilizatorio.

Las mujeres no volverán a asumir pasivamente su vieja subordinación al varón, ni por la vía legal ni por la vía de los hechos. Van a perder la batalla, y la vamos a ganar. Pero vivimos un periodo de interregno. Pugnan las dos zonas gravitatorias de planetas enfrentados. El de un pasado supuestamente idílico de cuando todo era sólido (y opresivo), y de un futuro que es difícil de atisbar y por eso a veces parece que tiene menos fuerza de atracción. Toca sufrir, pero todo sedimentará, y ganará el planeta bueno. Y en gran parte será gracias a ellas. No pasarán.

Unai Sordo

Secretario General de CCOO