Escribió Jaime Gil de Biedma que “de todas las historias de la historia, la más triste es la de España porque termina mal”. Estamos aquí para revelarnos contra esa maldición. Venimos a reivindicar la democracia. La decencia de la democracia.
Sabemos cómo se puede terminar con la crispación, con el encanallamiento de la vida pública. Es sencillo. Lo escribía ayer Iñigo Domínguez. “Devolvamos el país a sus legítimos dueños, que están muy alterados. Si hay elecciones en dos meses y no les dan los números da igual, hay que repetirlas hasta que ganen, solo así volverá la tranquilidad». Podría ser, sÍ. Pero hay un problema: NO NOS DA LA GANA.
En nuestro país se pretende normalizar el “secuestro” de uno de los tres poderes del Estado (me refiero al judicial, obviamente), bloqueando su renovación, u ofreciendo la misma, en todo caso, a cambio de des-democratizar el poder judicial. Porque eso, sustraer a uno de los tres poderes del estado del escrutinio democrático, es lo que subyace tras el planteamiento de que sean “los jueces quienes eligen a los jueces”. Podría ser, si. Podíamos recuperar el voto censitario también, o elegir procuradores por tercios. Pero NO NOS DA LA GANA.
De igual forma se pretende normalizar la mentira, el bulo, la insidia, la calumnia, como formas habituales de conducir la conversación pública, deteriorando así la legitimidad democrática de las instituciones. Una galaxia de intoxicadores cotidianos debilitan la consistencia de los espacios de confianza común que requiere cualquier proyecto de convivencia y de construcción de sociedad y de comunidad. Se pretende eso, si. Pero NO NOS DA LA GANA.
Vivimos un tiempo de evidente riesgo reaccionario. Riesgo que tiene características propias de la historia y de la idiosincrasia de nuestro país, pero riesgo que no es exclusivo de nuestro país. Un país en el que las clases sociales desestabilizantes suelen corresponder a la expresión más retardataria del capitalismo español, esa especializada en la extracción parasitaria de recursos públicos y la gestión del rentismo improductivo. Sabemos que no es nada personal, solo negocios. Los que procuran los salarios de explotación, la privatización de los servicios públicos, la subvención obscena de los panfletos de comunicación afines (pero subvención liberal, eso sí, ni un liberal sin paguita), las rentas inmobiliarias abusivas, o las mordidas por decir que se intermedia en la compra-venta de mascarillas en plena pandemia, con 700 muertos al día, y con la clase trabajadora jugándose la vida por sacar adelante el país. Sabemos que se quieren lucrar así, desde el ejercicio patrimonial del poder, como lo hicieran sus padres y sus abuelos. Dentro de la ley o fuera de la ley. Eso es mera contingencia histórica. Lo sabemos. Pero NO NOS DA LA GANA.
Estamos en un auditorio que lleva el nombre de Marcelino Camacho, de quien Manolo Vázquez Montalbán escribió en el prólogo de sus memorias:
“Asistiremos a la autoconstrucción de un dirigente obrero, que luchó como peón de la Historia en la Guerra Civil, y que, a partir de la derrota personal y de clase, se movió como un héroe griego positivo, en la lucha contra el destino programado por los vencedores, personal y coralmente…. Toda su vida será un trabajador que considera que el mundo no está bien hecho. Es decir, que no está hecho a la medida de los débiles.”
NO NOS DA LA GANA someternos al destino programado por nadie. Y por eso estamos aquí. Como estaremos el miércoles Primero de Mayo, en las calles de toda España incorporando a las reivindicaciones que teníamos previstas, la de la defensa de la democracia. Os esperamos el Uno de Mayo en las calles.
Bienvenidos, bienvenidas al Auditorio Marcelino Camacho.