EL BLOG DE UNAI SORDO

Unai Sordo

Secretario General de CCOO

Maneras de vivir

Me ha gustado mucho el fútbol. Fui socio del Athletic durante más de 10 años. Me sabía las plantillas, los cromos, el “Oye como va en Radio Popular, el único deporte compatible con la hora de comer”; podría recitar dormido el Zubizarreta-Urkiaga-DeLaFuente-Liceranzu-Goikoetxea, DeAndrés-Gallego-Urtubi, Dani-SarabiayArgote. Mi afición, es verdad, se fue diluyendo según el fútbol pasaba a ser un enorme business protagonizado por lo peor de cada gremio. No me gustan las tribus, el brutalismo que se instaló en un tertulianismo soez y mucho menos la tropa de directivos que degeneraron aquel juego que de niños nos maravillaba.

Pero ayer estuve en Sevilla porque lo de ayer era otra cosa. El Athletic, y más en una final de Copa, genera algo muy propio: genera vínculo. Con un espacio como puede ser tu barrio, tu ciudad, tu territorio en definitiva; vínculo con una memoria de cuando el fútbol era lo más importante de entre lo que no tiene importancia, como dijo (creo) Jorge Valdano.

Y sí, aunque suene moñas, a mí lo de la copa del Athletic me trae a la cabeza el sitio de mi recreo, las paredes que hacíamos golpeando el balón contra las ruedas de los coches, para así regatear en espacios mínimos mientras jugábamos un gol-portero, cruzar “la autopista” (Avenida Maurice Ravel) cuando el balón se nos iba hacia allí, con coches pasando “a toda hostia” —“la ley de la botella, el que la tira va a por ella” —, o peor aún, cuando algún barrenazo tiraba la pelota a la casa vieja (derruida y habitada por ratas más grandes que gatos)—“la ley del vaso, el que la tira no hace caso”—, por no hablar de la temible Campa de las Piedritas donde si te caías podías hacerte una avería de cuidado en las rodillas o terminar por reventar las rodilleras del pantalón. Porque sí, “las piedritas” no se llamaba así porque si, que en Bilbao somos más de literalidades que de metáforas.

Cuando Berenguer metió el penalti definitivo, se conectó con Endika como Muniain con Dani al recoger la copa. Pero de alguna manera lo que se conecta en nosotros es la cuesta de Tutulu, el Zurbaran, la calle Trauko o los desconchados de Panera. Cuarenta años después, gusta ganar, aunque eso no es lo más importante. Es cómo se gana, cómo se recorre el camino. El tiempo no pasa en balde y hoy las niñas ocupan el patio done eran arrinconadas porque todo el centro era fútbol y eran chicos, y ya no lo abandonarán nunca. Hoy dos jugadores negros hijos de la migración de una madre que cruzó el desierto descalza y saltando la valla de Melilla embarazada, son los máximos iconos de equipo. No, no es ganar. Es el vínculo con el espacio y con el tiempo. Maneras de vivir.

Unai Sordo

Secretario General de CCOO