A unos 45 minutos en tren al sur de París, la CGT tiene el centro de formación Benoit Franchon en honor a quien fuera su secretario general tras la segunda guerra mundial. Allí, en un entorno tranquilo y retirado, el conjunto de cuadros de la estructura y las/os delegados/as sindicales de las empresas reciben formación para mejorar la cualificación de su acción sindical (por cierto, con un total de 8 días al año facilitados por la empresa además de los créditos horarios ordinarios).
El pasado 7 de julio he participado en una reflexión colectiva bajo el título “Europa y los territorios”, en la que se pretendía abordar el papel del sindicato en el ámbito territorial desde varias perspectivas. El debate se inscribe en el proyecto de reforma territorial planteado en Francia. Por un lado la CGT buscaba una aproximación comparativa con las realidades de varios países (había sindicalistas alemanes, belgas e italianos) con modelos territoriales descentralizados. Por otro, querían contemplar la referencia de Europa y el papel del sindicalismo europeo.
La CGT valora de forma crítica y con bastante incertidumbre la reforma territorial que se plantea. Consideran en general que hay un riesgo alto de que se incrementen las desigualdades y deteriorar los servicios públicos, vinculados en el imaginario francés al republicanismo ciudadano de una forma clara, a poco que se hable con ellos. En las distintas conversaciones hemos explicado la importancia que le damos a la cercanía entre la administración responsable de la gestión de algo y su realidad territorial, pues esta puede ser variable.
También de la importancia de la corresponsabilidad entre quien ingresa y quien gasta, para buscar eficacia y rendición de cuentas, y como esto puede ir acompañado de sistemas compensatorios que eviten que las brechas de renta, recursos, infraestructuras etc. se puedan ensanchar. En todo caso la apuesta por modelos federalizantes que partan de las realidades distintas de cada estado debiera tener un corolario en Europa, para impulsar opciones reales de políticas alternativas y salir de esta dialéctica entre deudores-acreedores, que amenaza con constituirse en categorías políticas hegemónicas, además de impulsar opciones eurofóbicas.
Salvo esta última parte, tengo que reconocer que no entusiasman estos razonamientos, intercambiados en las charlas informales. Cabe recordar también que la CGT tiene a dos de sus federaciones (si no me equivoco) en la Federación Sindical Mundial, mientras que la Confederación y el resto de sectores están en la CSI (Confederación Sindical Internacional, donde también estamos CCOO y la CES). En todo caso, lo que Philippe Martínez (su secretario general) quería era que aportáramos visiones complementarias de realidades distintas, y creo que es un ejercicio comparativo muy saludable por su parte.
También hay que destacar que más allá de las visiones de pros y contras de un proceso de descentralización, la intervención que nos pedían iba encaminada a como situar al sindicato en esa nueva realidad. Es decir, no hay una actitud de empecinamiento, sino de análisis para evaluar que pasos dar en función del marco territorial que se acabe concretando y el papel de regiones, departamentos, metrópolis etc. (en realidad la reforma no va sólo de estado central-regiones, sino que tiene más variables).
En las intervenciones que tuve (fueron varias pues había grupos de trabajo por los que los invitados foráneos íbamos rotando, y luego una en plenario), planteé estas ideas.
El sindicato debe constituirse como contraparte, si es posible necesaria, allí donde hay un foco de poder. Y esto vale para la organización del estado, pero también para la organización de la empresa.
Estamos viviendo una mutación del poder más profunda de la que a veces percibimos. En el ámbito europeo es evidente, en el estado francés me faltan elementos de juicio, pero en general, se ha movido el centro de gravedad desde el que el estado y en la medida en que podía influir el sindicato, armaban sus modelos sociales, sistema de derechos, garantías etc.
El hecho de que nominalmente pueda no ser tan claro, no debe engañarnos. La actual asimetría entre globalización económico-financiera y poder político pleno, es de todo menos neutra, y limita los márgenes de políticas económicas como estamos comprobando. Qué hay que reforzar el papel sindical en ese ámbito es tan evidente como complicado, y en todo caso no era el tema central a debatir aquí.
La mutación de poder en las empresas sería un tema también complejo, pero lo que aquí nos interesa es comprobar que la dimensión de las empresas, las relaciones entre ellas, la empresa en red, las cadenas de subcontratación, las formas atípicas de trabajo etc. hacen mucho más complejo el trabajo sindical. Además generan una fragmentación de la clase que hace que su visión y demanda del sindicato haya cambiado a su vez de forma apreciable.
Y hay otra mutación que tiene que ver con las políticas laborales hechas al calor de la crisis en países como España e Italia, que descentralizan la negociación colectiva, otorgan prevalencia a lo pactado en el ámbito de la empresa, amenazan con rebajar la tasa de cobertura del convenio e incrementan el poder empresarial
Partiendo de esas mutaciones, el sindicato debe diagnosticar sus objetivos y poner el conjunto de sus organizaciones al servicio de su cumplimiento, desde la complementariedad y la creación de sinergias. Malo sería que las organizaciones de sector y las territoriales no tuvieran los mismos objetivos prioritarios
Desde este punto de vista, el sindicato en el territorio tiene que jugar un papel institucional que tiene que ver con constituirse como contraparte de la administración correspondiente en función de los poderes que tenga cada una. Esto tiene que ver con la dimensión sociopolítica del sindicato, pues CCOO se concibe como una organización de disputa de renta y recursos a través del salario en la empresa, pero también a través de las políticas públicas en la sociedad.
Una segunda prioridad tendría que ve con la relación de la organización con el entorno social. Las personas trabajadoras viven en entornos donde hay un pulso social, elementos identitarios, reivindicaciones socioeconómicas no laborales… el territorio es un espacio idóneo para vincular o inter-actuar con estas realidades
Otra prioridad tendría que ver con el refuerzo del sindicato en la empresa. En esa multiplicidad de centros de trabajo y de variedades de empresas, de situaciones de las y los trabajadores, los recursos que tengamos desde el territorio deben tener como prioridad atenderlas, coordinarse con nuestras estructuras sectoriales. En nuestra opinión desde una actitud proactiva y de oferta, es decir no sólo de atención o asesoría, sino de organización, afiliación, presencia…
Estas valoraciones pensamos que son trasladables a un ámbito como este, sin poder profundizar en otras cuestiones porque las realidades sindicales son muy diferentes, si bien la presión de las políticas laborales, económicas y empresariales, hacen que cada vez los debates sindicales se empiecen a parecer más en distintos países. En todo caso cuestiones como la negociación colectiva sectorial de distintos ámbitos territoriales, o la gestión de prestaciones u otras políticas de empleo a través de las organizaciones sindicales, son muy distintas en cada país, por lo que mejor no disipar la intervención.
Bueno, pues por ahí fue la cosa. Sólo un pero. El centro de formación está tan a desmano que apenas dos horas se ha podido estar por el viejo París…