EL BLOG DE UNAI SORDO

Unai Sordo

Secretario General de CCOO

«Alarmante incremento de la homosexualidad»

Coincidí con la diputada María Ruiz Solás en una comparecencia en el Congreso de los Diputados ante la Comisión para la Reconstrucción Social y Económica. Dando pie por cierto a esta contestación (video) ante la afirmación de que los sindicatos nos financiábamos con dinero público.

Esta semana la diputada ultraderechista se ha hecho notable por referirse al “alarmante aumento de casos de homosexualidad y transexualidad en los últimos años”, para después matizar que en realidad lo alarmante es que “muchos casos de homosexualidad deriven en transexualidad”. Para cerrar el círculo venían a concluir que el problema es el adoctrinamiento que el Gobierno somete a los menores. Acabáramos.

La barbarie homófoba y tránsfoba que se desprende de sus palabras no es ningún lapsus línguae. De hecho las secuencia de matizaciones denota el porqué los movimientos políticos reaccionarios se oponen a las leyes integrales de reconocimiento de derechos que los materializan para la vida cotidiana, con la beligerancia que lo hacen. Es aversión al igualitarismo.

¿Recuerdan la noticia de la detención de Dani Alves?

Una discoteca de alto standing, un futbolista de talla mundial y multimillonario, una escena que hace sospechar que ha habido una agresión por la situación aparente de una mujer joven, anónima, de madrugada, quizás con ingesta de alcohol; y sin embargo el protocolo se activa, funciona, y da con el presunto agresor, famoso y multimillonario, en la cárcel. Es revolucionario.

Se demostró la importancia de contar con protocolos, de tener sensibilización y formación sobre las agresiones sexuales, de existir un sentido común que le recomienda a la discoteca ser taxativos a la hora de denunciar, grabar, no contemporizar en ningún caso con su cliente multimillonario.

Siempre ha habido una relación evidente entre el poder y el abuso. Cualquier abuso. Hace pocos días terminé el libro-conversación entre Millás y Arsuaga «La vida contada por un sapiens a un neandertal», donde el paleontólogo declara casi de forma axiomática «¿Cómo crees que se acabaron en la evolución las jerarquías basadas en la fuerza? Gracias a las pedradas. Somos la única especie que lanza objetos con precisión. La fuerza fue sustituida por la política gracias a las piedras. No te sirve de nada ser el más bruto si los demás miembros del grupo saben lanzar piedras».

A veces cuando denunciamos las posiciones de la extrema derecha respecto a las políticas para la igualdad de género, se les vincula a un presunto odio a las mujeres. El análisis es erróneo o al menos maniqueo. No odian a las mujeres. De hecho también son algunas mujeres las que defienden esas posiciones, y ellos tienen esposas, hijas, madres. Por supuesto que no defienden a un agresor o a un violador, en abstracto.

Es la aversión a la igualdad lo que les mueve. A las políticas igualitarias. A todo aquello que cuestiona el poder relacionado con el statu quo que ordena coherentemente su manera de ver la vida. No odian al feminismo porque odien a las mujeres. Lo odian porque odian el igualitarismo.

La igualdad es condición necesaria para la libertad. Y la igualdad requiere de la acción desde el espacio público. Aquella chica de la discoteca, con mucha probabilidad, si no se hubiera visto arropada por un protocolo que activa un profesional, por unas grabaciones que (parece) van a dejar poca duda a la interpretación judicial de lo ocurrido, quizás hubiera guardado silencio. Y si hubiera hablado hubiera sido ella la juzgada (para muchos y pese a todo lo seguirá siendo).

Los que hablan de libertad pero demonizan todas las políticas igualitarias, no defienden la libertad. Defienden el privilegio del que ostenta el Poder. Por eso ciertos “liberales” españoles son tan compatibles con los reaccionarios. No defienden ninguna construcción teórica de la libertad, solo es una retórica justificativa para defender el privilegio, el statu quo del poder. Se hable de mujeres, de trabajadores, o de lo que sea.

“Quien no se mueve no siente las cadenas” escribió Rosa Luxemburgo. Y esa es exactamente la cuestión. Las políticas igualitaristas ensanchan espacios de libertad. Las mujeres ahora denuncian agresiones ante actitudes que no se hubieran denunciado hace cuatro décadas porque formaban parte del paisaje, de la normalidad, de lo asumido.

Claro que consideran alarmante que “haya” más homosexuales. O más feministas. O más trabajadoras y trabajadores sindicalizados, o con un mejor salario o un contrato más estable. Es alarmante porque solidificar la igualdad abre nuevas alamedas de libertad real, mientras que la libertad como slogan abstracto que oponen a la acción pública y colectiva, no es más que una trampa para consolidar el privilegio del que ostenta el poder que, a ese sí, le procura la libertad de poder seguir ejerciéndolo.

Claro que consideran alarmante que “haya” más homosexuales. Pero no porque surjan consecuencia del adoctrinamiento del gobierno a los niños, sino porque los que hay cada vez lo son más en el espacio público. Y se atreven a serlo en el espacio público no como consecuencia principal de una decisión heroica individual, sino por una acción pública, política y cultural. Sí, política (¡¡no politizar estas cosas!! A fin de cuentas todos tenemos un amigo gay) que cambia la sociedad para los subalternos, sea la que sea la causa de subalternidad.

Me contaban el otro día dos compañeras del sindicato de Euskadi que cuando imparten los cursos de formación sindical sobre “igualdad y acción sindical”, comienzan con una breve encuesta oral a nuestros delegados/as, sobre los elementos de desigualdad que perciben en sus centros de trabajo. De inicio, aseguran ver muy pocos. Ellas algunos más, pero en general pocos. Cuando terminan el curso ven muchos más porque han aprendido a detectar los mecanismos que cronifican las desigualdades, que a menudo son difícilmente perceptibles porque no son mecanismos tan obvios o tan burdos como antaño. Y eso, políticas igualitarias que vuelven a las personas hacia la luz, es lo que provoca alarma. Entre las sombras.

Unai Sordo

Secretario General de CCOO