Desde el momento que se conoció que Bilbao sería el escenario de un foro económico con presencia del FMI y otros organismos responsables de la orientación de las políticas económicas que se vienen aplicando, CCOO de Euskadi tuvo claras dos cosas. Que había que organizar algún tipo de movilización denunciando estas políticas; que había que simbolizar en la respuesta la dimensión europea y sindical.
Esta idea se materializó el 2 de marzo, fecha de llegada de muchos de los participantes en el foro económico incluida la Directora Gerente del FMI, Christine Lagarde, en una manifestación cualitativamente muy relevante. Por primera vez en Euskadi se manifestaba la Confederación Europea de Sindicatos. Contábamos con compañeras y compañeros de otros territorios del estado español y de otros países con especial presencia de Aquitania. Habíamos recibido apoyos expresos de la DGB alemana, la CGIL italiana, la CGTP portuguesa, la CGT de Francia o la LGTB belga.
Para nosotros la cuestión no era una mera suma de siglas. Se trata de contribuir modestamente a situar otro hito de movilización y propuesta sindical desde la perspectiva de una construcción europea distinta.
Era previsible denunciar las políticas antisociales que al reflujo de la brutal crisis financiera se viene prescribiendo como receta única a los países sobreendeudados en Europa. Lo hemos hecho, claro. Enfatizando en las consecuencias del llamado “austericidio”: aumento del desempleo, parálisis económica, crecimiento de la pobreza y las desigualdades.
Igualmente la denuncia de reformas estructurales que están modificando de forma acelerada y oportunista los débiles equilibrios socioeconómicos. De forma singular la negociación colectiva en un intento de disminuir la tasa de cobertura de convenios, reforzar el poder empresarial y abaratar el despido para facilitar una caída salarial.
Hemos puesto otro foco en la necesaria reactivación, al hilo del plan de la CES para la inversión, el crecimiento sostenible y el empleo de calidad. En el espacio común se concreta en la inversión de un 2% del PIB de la UE durante 10 años. En nuestros ámbitos más próximos en reformas fiscales progresivas y ambiciosas que garanticen una cobertura de inversión pública y social, así como políticas salariales distintas.
Hasta aquí todo es previsible. Pero hay otro contenido que hemos situado al mismo nivel de prioridad y seguramente es más polémico. La necesaria democratización de Europa. Y no como una formulación abstracta. Necesitamos constitucionalizar un espacio político con competencias más ambiciosas en materias fiscales, presupuestarias, regulatorias. Y dotarlo de contenido social a través de una disputa por la hegemonía sociopolítica.
Necesitamos ceder soberanía para ser más soberanos. Como clases populares, como trabajadores y trabajadoras. Si algo simboliza la cumbre de Bilbao es la capacidad de los organismos multilaterales y las grandes empresas y agentes económicos de marcar agendas, programas y espacios. Ninguna participación social; los responsables institucionales reciben, “hacen de anfitriones”. No interlocutan. Ni una visita de reconocimiento a las instituciones democráticas sino reunión en el icono de la marca-país (el Guggeheim) con un despliegue policial sin precedentes, ese sí, público y sufragado por nuestros impuestos.
La autonomización de la economía, (entendida como agentes económicos) de la política, (entendida como expresión de la voluntad popular democráticamente expresada). Esa es la gran metáfora del encuentro de Bilbao.
Y las políticas de austeridad responden entre otras cosas, a ese déficit democrático. A situar el lobby y el grupo de presión como sustituto de la deliberación democrática. Frente a la opción de hacer políticas contra el ciclo económico como otras aéreas económicas del mundo, la política de salvaguarda de poderes fácticos como el financiero.
Las y los trabajadores de Europa necesitamos recomponer los canales de redistribución de riqueza a través de la relación entre fiscalidad, inversión pública y social; salario y modelo social. Roto es circuito de crédito ilimitado como doping de una distribución de la riqueza cada vez menos equitativa. Y ante todo esto no se puede obviar el espacio europeo por más que sea donde la batalla parece más complicada. Es la viga central porque estamos en una economía global. La otra opción, la estamos probando amargamente.
Las clases populares, la gente del trabajo va a tener mil opciones populistas, de repliegues de todo tipo. En las crisis sociales, económicas y políticas como las que atravesamos son terreno abonado a estas aparentes salidas simples y demagógicas. Por eso el sindicalismo confederal, el que aspira a agregar intereses en sociedades complejas, a organizar a nuestra gente en torno a estos intereses, toma partido. En Europa, obviamente. Pero también en Euskadi. Eso quiso ser el #2Mbilbon.