EL BLOG DE UNAI SORDO

Unai Sordo

Secretario General de CCOO

Aimar Bretos y el SMI

Imaginemos que estamos en el otoño de 2018. Aimar Bretos ha popularizado los podcasts en España y ha creado uno que se llama “La cena de los economiqués”. En él cuatro economistas ortodoxos afines a las teorías hegemónicas durante las últimas décadas, responden a diversos supuestos o dilemas que plantea cada uno de los participantes. Aimar concluye el programa planteando un supuesto en los siguientes términos:

“España. A partir del año que viene (2019) el Salario Mínimo Interprofesional va a subir progresivamente desde los actuales 736 euros a los 1134 euros para el año 2024. Es decir va a aumentar su SMI un 54%. Durante este periodo España va a sufrir una pandemia que va a conllevar una bajada del PIB anual del 11% en 2020. Va a sufrir una escalada de precios que llevará a una inflación media durante el 2022 del 8,4%. Además de subir el SMI, va a eliminar de su legislación el contrato por obra o servicio, tras una reforma laboral que reducirá la tasa de temporalidad casi a la mitad en su sector privado. Pregunta: ¿Qué va a ocurrir en España hacia el año 2023?”

Los  y las economistas se miran en silencio. Sus caras expresan horror; alguno, de recurrente aparición tertuliana, empieza a realizar gestos espasmódicos y a beber agua. Van contestando uno a uno:

  • La tasa de desempleo se disparará por encima del 30%.
  • No quedará ninguna pequeña empresa viable.
  • Los autónomos pasarán a formar parte de la historia, como la orden Templaria y las pinturas rupestres de Altamira.
  • Desaparecerá la nación –afirma el último con tono irrefutable.

Aimar despide el podcast, viaja en el tiempo y se traslada a 2024 donde analiza, desde su programa diario, los datos de empleo. España tiene el record de cotizantes a la Seguridad Social con 20,8 millones de personas trabajando. El consumo final de las familias y la demanda interna sostienen la economía española en un contexto de incertidumbre global y con Alemania y la zona euro bordeando la recesión. Las balanzas exteriores españolas están más equilibradas que en otras salidas de las crisis, y la ralentización del sector exterior se debe al débil comportamiento de las principales economías europeas y no a una pérdida de competitividad de las empresas exportadoras de nuestro país.

Mientras el locutor desgrana los datos (y el resultado del derby donde la Real Sociedad ha perdido 2-1 con el Athletic de Bilbao, retomando el sentido natural de la vida), en el plató del podcast se produce un colapso colectivo. “No puede ser”. “Es modélicamente imposible”. “Los fijos discontinuos. Son los fijos discontinuos”. “El IRPF, están subiendo impuestos”. “La nación. Se disuelve la nación”.

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El Salario Mínimo Interprofesional ha subido en España en un lustro desde los 10.304 euros anuales de 2018 a los actuales 15.876. Un 54% como se indicaba en la broma anterior. Esto tiene varias consecuencias. La primera el incremento en el numero de personas beneficiarias directas por tal incremento. Históricamente el SMI en España tenía un efecto marginal y de escasa afectación. Los salarios mínimos de la práctica totalidad de las personas asalariadas se fijaban en los convenios colectivos, y el salario mínimo (el único del sector privado que se fija mediante legislación), solo se vinculaba a colectivos sin cobertura de la negociación colectiva o a sectores ultra-precarizados. Con los cambios en las diversas formas empresariales, nuevas expresiones de precariedad laboral, y con la generación de nuevas actividades situadas en los márgenes o extra-muros de la red de convenios colectivos, nuestro país necesitaba que el SMI jugase un rol diferente. Hoy el SMI afecta a más de 2,5 millones de personas y ha irrumpido en buena parte de las categorías y grupos profesionales más bajos de los convenios impulsándolos al alza. Las recomendaciones de la Carta Social Europea suscrita por España se están cumpliendo en el plazo de un lustro. Es necesario consolidar el SMI en el entorno del 60% de la media del salario neto. Su papel tiene que ser complementario y de refuerzo al de la negociación colectiva, para evitar que la devaluación de los salarios más bajos vuelva a convertirse en la fórmula de ajuste que sufre la clase trabajadora, sobre todo en periodos de crisis e incremento del desempleo. El objetivo sindical es que el SMI se consolide en el 60% de la media salarial, pero el verdadero objetivo debe ser que los salarios de convenio se sitúen por encima del SMI y tengan la máxima cobertura posible (hoy en España más de 11 millones de personas trabajadoras están amparadas por un convenio colectivo vigente).

La subida del SMI está sirviendo también para romper algunos de los dogmas que la ideología económica dominante había instalado. Los salarios en España podían subir sin provocar la destrucción de empleo. Los efectos de subir los salarios mínimos hasta los actuales niveles son compatibles con el record histórico de cotizantes a la Seguridad Social. Es más, el efecto sobre la no creación de empleo se está demostrando en todo caso como marginal, y compensado por los efectos beneficiosos de incrementar la renta disponible de las personas con cuyo salario apenas llegan a fin de mes. El efecto combinado de subir salarios y estabilizar la contratación tras la reforma laboral, se está mostrando virtuoso. Según el Banco de España la propensión marginal a consumir de las familias donde la persona que es cabeza de familia tiene un contrato indefinido es 11 puntos mayor respecto a quienes tienen un contrato temporal o están en el desempleo.

Pero además de esto hay otra razón virtuosa para defender las subidas salariales de los salarios más bajos. Está consolidada la idea de que la subida de sueldos solo puede ser consecuencia de las mejoras previas de productividad. Pero la subida de salarios también puede impulsar mejoras de productividad, en términos de país. Y esto es así porque un modelo de salarios ínfimos, o de precariedad laboral extrema, favorece los peores proyectos empresariales. Por el contrario, limitar las brechas salariales sirve para limitar la competencia inter-empresas basada en producir “por abajo”. Y por tanto fomentar mejores empresas que se rentabilicen por la vía de la inversión productiva, la formación permanente, la mejora de los sistemas, la digitalización, etc. Esta clave es de suma importancia en un momento de transición productiva como el actual, donde España tiene por primera vez opciones de acometer las transformaciones digitales y energéticas desde cierta centralidad del tablero, y no desde la habitual marginalidad de otros momentos históricos.

Por estas cosas también es una buena noticia la subida del SMI. Aunque Aimar Bretos se tenga que buscar nuevos tertulianos dilemáticos para su “Cena de los economiqués”.

Unai Sordo

Secretario General de CCOO