El 24 de Enero de 1977 fueron ametrallados nueve personas en un despacho de abogados laboralistas en la calle Atocha. 5 de ellas murieron. Son los imborrables abogados de Atocha. Cerca del lugar donde estaba el despacho se colocó un monumento basado en la icónica obra de Juan Genovés, el Abrazo. He tenido la suerte de participar en uno de los aniversario que organiza CCOO de aquel acontecimiento horroroso, pero que se terminó por convertirse en uno de los hechos más relevantes de la transición española. El monumento es imponente, tridimensiona un cuadro que hoy está en el Congreso de los Diputados, es emotivo y en los días de homenajes corona los mismos con enorme dignidad. Pero en los días de diario, la plaza Antón Martín con sus aparcamientos de motos, su descuido, su asfalto de paso no es un sitio apropiado para rememorar ese hecho. O eso me parece a mí. Se podrá decir que está incrustado en el devenir cotidiano de la gente que pasa por allí. No dejaban de ser abogados laboralistas, miembros de las ilegales CCOO y del PCE, defensores de la gente sencilla del mundo del trabajo. Solamente eran eso. Sólo eran lo más digno que se puede ser y no necesitan espacios santificales para recordarles. Es una forma de verlo.
Pero más me da la impresión de que es una forma de homenajear sin excesos. Que estatua si, que a fin de cuentas forman parte de la galaxia de iconos de la transición, pero sin pasarnos, no vaya a parecer que fue el movimiento obrero y aquellas CCOO y aquellas/os mártires, quienes de verdad desencarrilaron la primera opción de transición «ariasnavárrica» con miles de huelgas, con movilizaciones, con empeño, con la voluntad sin horarios de unos abogados y unos sindicalistas (que eran a los que buscaban), por organizar huelgas que ponían en jaque los intereses económicos y políticos de mafiosos y oligarcas, que venían a ser lo mismo.
Si. Ellos y ellas mandaron el primer toro a corrales, y luego se recondujo una transición con unos nombres propios y un timonel supremo que protagoniza el relato edulcorado y sesgado que nos han contado hasta la saciedad.
Escribo esto tomando una cerveza desde la plaza Jacinto Benavente, mientras desfila delante di mi una de las columnas que bajan a Sol en la jornada de movilización convocada para hoy. Veo una bandera republicana, otras de varios partidos y grupos de izquierda. He visto otra concentración de ATTAC, ésta con bastantes pegatinas del sindicato. Son marchas no muy numerosas pero vibrantes, con viejas y nuevas consignas. La policía les escolta, no les mata. Y pienso mientras intento curar mi incipiente congestión con una cerveza, que la calle está viva entre otras cosas, por aquellos y aquellas cuyo monumento aparece 200 metros más abajo, en Atocha, rodeado de motos, seguramente algunas de pizzer@s explotados, que necesitan sindicalistas que les organicen y a los que no maten ni encarcelen por ello. Yo haría de la plaza un lugar de homenaje…