La Asamblea de Barcelona, un hito en la historia de CCOO, en el camino hacia la legalización. No nos habían dejado celebrar nuestro congreso en ese año 1976 y, desde la clandestinidad, se celebró este encuentro de 650 delegados/as fundamental para el impulso orgánico del sindicato. La constitución como organización sindical, la emisión de carnets, la estructuración de una Confederación Sindical, fueron pasos que preludiaron la legalización posterior del sindicato. Ni el Proceso 1001, ni la represión, ni los asesinatos de Atocha unos meses después, nos hicieron descarrilar.
Aquel motor subversivo (como lo calificaba el propio franquismo), aquella construcción genuina de la España anti-franquista, como afirma Enric Juliana, aquellas Comisiones Obreras surgidas de la entraña de la clase trabajadora en las minas, las fábricas, los talleres, las oficinas… pero también de los barrios, de las asociaciones de vecinos, de las parroquias locales, iba a ver las luces cruzadas de las libertades.
Nadie nos regaló nada. Habían pasado justo 40 años del inicio de la sublevación fascista que trató de extirpar al pueblo republicano, a la España democrática. Pero como escribiera Gabriel Celaya:
“Ni vivimos del pasado,
Ni damos cuerda al recuerdo.
Somos, turbia y fresca, un agua que
Atropella sus comienzos.
Somos el ser que se crece.
Somos un río derecho.
Somos el golpe temible de un corazón
No resuelto”.
El país al que dejaron solo, el país que se resistió solo con sus propias manos al fascismo, volvía a renacer, el árbol talado de Miguel Hernández, retoñó. Para la Libertad.