Creo que se está frivolizando por parte de algunos cuando se cuestiona la necesidad del “pacto de Estado” en torno a las pensiones. Y se les está dando mucho bombo, tengo dudas de si de forma temeraria o consciente…
En momentos de movilización como el que se abre, producto del malestar que provoca el crecimiento sin distribución, es grande la tentación de aprovechar el clima social para llevar el ascua a la sardina de cada cual. Pero estratégicamente me parece un error enorme renunciar desde el sindicalismo o desde la izquierda a la pertinencia del apelar al “pacto de estado”.
Lo creo porque es precisamente ese concepto casi prepolítico (el de “pacto de estado” digo) el que hace que la defensa del sistema público de pensiones sea en España hegemónica. Explica buena parte del rotundo éxito de las movilizaciones de ayer. Explica (en parte) que las reformas destinadas a disminuir drásticamente la cuantía de las futuras pensiones se tomen con medidas diferidas en el tiempo y con efectos muy progresivos. De otra manera tendrían un coste electoral brutal.
Renunciar desde improvisados portavoces a exigir al Gobierno que recupere consensos e incluso pedir la voladura controlada de los consensos porque suene más rupturista (cuando lo cierto es que es el Gobierno quien rompe el “marco consensual” con su demagogia en el 2011 -el Partido- y luego su unilateralidad en 2013), es empezar a cuestionar en el medio y largo plazo el carácter hegemonista del sistema de pensiones, hoy tan valorado. Es situarlo en la disputa no ya política (legítimo), sino electoralista.
Estamos hablando del modo principal de vida del 19% de la población que será del 33% en el año 2050. Y que se establece mediante un sistema de socialización de recursos intergeneracional e ínter-territorial. En un mundo de creciente fragmentación de identidades, de intereses, de años y años de lluvia fina de las visiones individualistas del mundo, no se puede colaborar en romper uno de los últimos (si no el último) elemento de hegemonía social(ista) que disponemos.
Si cala entre la ciudadanía laboralmente activa la idea de que está sosteniendo unas pensiones actuales de mucha mayor calidad que las que va disfrutar en el futuro esa misma ciudadanía hoy activa y mañana pensionista, la alternativa a la capitalización individual se irá imponiendo. Y de ahí a ver con normalidad la reducción de la parte “socializada” de las cuotas de seguridad social solo hay un paso (es imposible la alternativa de la capitalización porque no hay capacidad de ahorro, decimos con suficiencia…. salvo que se cuestione lo comunitario que supone la cotización obligatoria…).
Por tanto es momento de movilización, sin duda. Pero de afinar lo que se dice. La pregunta es qué parte de la renta nacional del país se quiere dedicar ahora y en el futuro a mantener pensiones públicas de calidad. Cómo financiar ese gasto en cada momento histórico, garantizando una relación entre lo que se aporta y se percibe (contributividad) con fórmulas adicionales de financiación (para no vernos abocados a un recorte permanente). Exigir un consenso político sobre esas respuestas. Despistarse sobre eso por si son galgos o son podencos… mal asunto.