El 14-N es un éxito de participación. Es un hito cualitativo por el ámbito de la convocatoria internacional. Es una excelente y sólida base de convergencia social por la amplitud del apoyo que ha recibido.
Tal es así que quienes ya tenían su pluma o responso preparado para anunciar el “enésimo fracaso sindical” han tenido que desviar el tiro, tratando de desvincular el incontestable éxito de las manifestaciones del seguimiento de la huelga.
No señoras y señores. La huelga ha sido el catalizador necesario para se vivieran manifestaciones históricas. Lejos del argumento tendencioso que pretende disociar respuesta social y respuesta sindical, el 14-N constata la naturalidad con la que distintas organizaciones e iniciativas sociales convergen cuando se trabaja desde la colaboración, el respeto y el no-sectarismo
En Euskadi la convocatoria tenía sus propios condicionantes. El esquema buscado por algunas organizaciones sindicales de huelgas separadas estaba preparado desde julio para un esquema maniqueo España Vs Euskadi. La convocatoria europea cambió ese esquema, por más intentos que se hayan hecho de devaluar ese elemento internacional para vestirlo de una huelga de CCOO-UGT. Algunos no es que tengan esquemas caducos. Es que parecen necesitar esquemas caducos.
El seguimiento limitado del paro laboral era previsible. La sombra del huelgón del 29-M en Euskadi es larga, y deja bien a las claras que la división no resta: divide y hastía. El 26-S y el 14-N juntos, no suman ni la mitad del paro de marzo.
Esperemos que las reflexiones colectivas que se piden desde algunos ámbitos cristalicen en algo más que intenciones. No es de recibo el continuo circo sindical en Euskadi y la búsqueda de mínimos comunes denominadores es inexcusable ante la gravedad de los tiempos que vienen.
En todo caso el espectacular seguimiento de las manifestaciones (muy numerosas a la mañana y a la tarde, significativamente plurales las de la tarde) dejan muy buen sabor de boca.
Pero sin duda la dimensión internacional de la jornada de movilización es un valor en sí. Y más lo será en tanto en cuanto sirva para reforzar una acción sindical más coordinada en Europa. Una auténtica confederación sindical.
La crisis ha reventado las costuras del modelo de construcción europea. Unión monetaria y espacio común, pero no unión económica, ni política, ni fiscal. Sin redefinir ese modelo político-económico las perspectivas son nefastas.
Pero en esa redefinición nos jugamos todo. O se avanza en una federalización democrática de Europa con políticas económicas coordinadas o va a prevalecer el interés económico a-democrático por la vía de los hechos. Una especie de dicta-blanda (“la democracia en conformidad con el mercado” Merkel dixit) para aplicar una política económica única.
Ahí el sindicalismo europeo tiene que decidir si juega un papel y que papel juega. CC.OO. lo ha jugado en grado máximo. No para dar sostén o legitimidad a ninguna movilización propia, como ridículamente se ha argumentado en algunos círculos, sino para integrar espacios clásicos en uno novedoso en el que se van a decidir cosas fundamentales.
La jornada del 14 debe suponer un antes y un después. En ese camino seguiremos.